dijous, 25 de febrer del 2010

BUSCANDO MI RO INTERIOR

Nunca he sabido muy bien que era eso del yo interior, pero mis padres insistían en apuntarme a extra escolares para descubrir que "yo" tenía más exteriorizado. Grandes fracasos. Bueno no sé si fracasos sería la palabra más correcta. Creo que yo era una experta en sabotear cualquier intento de sacarme de mi ocupación favorita, estirarme en el sofá y mirar los dibus hasta cansarme. Bueno los dibus, los programas de mayores, los telediarios. La verdad es que cualquier cosa que saliera de mi caja preferida me parecía fantástica. Cuando mis padres me creían dormida, substituía mi bulto en la cama por una muñeca china tamaño real y me escondía entre el sofá y la pared para poder ver los programas nocturnos. Me encantaba, aunque ahora estoy segura que ellos lo sabían y disimulaban para no frustrar sus esperanzas de que por lo menos su hija sirviera como contorsionista de circo.

Pues eso, la primera actividad que recuerdo fue el Jazz. Una prima mía, mucho mayor que yo, iba a una academia y mi tía animó a mi madre para que me apuntara. Con tan sólo cuatro años demostré a todos cómo puede ser de feliz un pato mareado. Fui a mis clases rigurosamente y claro llegó el odiado espectáculo de fin de curso. A mi me pareció raro que todos mis compañeros, niñas la mayoría, fueran vestidos de pitufos, en cambio yo iba con una especie de feo saco gris. Lo entendí todo cuando la profesora, maestra, bailarina o como se diga me dijo Mira Ro, tu te vas a poner en una esquina del escenario y te vas a quedar quieta. ¡Harás de piedra! Fui la piedra más digna que se ha visto jamás encima de un escenario. Creo que me dormí y todo. Y el año siguiente me salvé de volver a esa tortura llamado Jazz.

El segundo intento fue con el patinaje. Aún no les había quedado claro que todo ejercicio físico era demasiado para mi equilibrio y me obligaron una vez por semana a pasar la humillación a la hora de comer de ir con niños tres años más pequeños que yo a patinaje. Mientras mis compañeros jugaban a fútbol o a las gomas yo sufría en silencio cada batacazo, lo mío no eran caídas era trompazos. Por suerte la monitora se apiadó de mi y habló con mi tutora para decirle que el patinaje no era lo mío. Quedé salvada al cabo de un mes. Lo fuerte es que yo nunca me quejaba, me ponía los patines con resignación y me tragaba la vergüenza con cada golpe. A mi lo que más me jodía era ver a mis amigos divirtiéndose en la otra punta del patio mientras los enanos de primero que patinaban mucho mejor que yo se reían de mi torpeza con descaro.

Por fin mis padres se dieron cuenta que el deporte en lugar de exteriorizar mi yo interior me lo llenaba de golpes. Pero aún así no dejaron de insistir. ¡Qué pesaos! Pero si no recuerdo mal, con lo que más sufrí fue con la intentona de que aprendiera un instrumento musical. Primero fue el piano, qué aburrimiento. Después la guitarra, cómo dolían los dedos. Por favor yo sólo soñaba con un triangulito de orquesta o una pandereta navideña. Tuve suerte que mi madre se dio cuenta que cada vez que me dejaban en el conservatorio yo ponía cara de susto. La tortura duró lo que duró, pero mi padre no se daba por vencido y un tiempo después me apuntó a la coral del colegio. Por qué!? Cada día de ensayo, ya por la mañana, me empezaban a sudar las manos. Al nacer debí dejar el oído dentro la placenta, primero el derecho y después el izquierdo. El día que el cura me dijo que mejor que sólo moviera los labios para no molestar a mis compañeros, se me abrió el cielo. Llegué a casa, lo dije y fue mi último día como corista.
La preocupación de buscarme ocupaciones, llegó al extremo de hacer inglés en familia. Pero, claro, si mis padres hacen algo lo hacen hasta el fondo. Y una vez por semana venía un inglés de catálogo, con bombín e impoluto, y nos intentaba enseñar inglés a mi padre, mi madre, mi prima Teresa, mi tío Pedro y a mi. Jou dou you dou?Gaus yugur name? Qué hartones de reír que se pegaba la familia a mi costa. Y yo otra vez sin saber de qué coño se reían. Esta vez no fui yo la desertora, al cabo de dos meses, bombín en mano el inglés renunció a su primer y último intento de Inglés en Familia.
Después de todas las intentonas mis padres empezaron a aceptar a una hija con muchas habilidades por descubrir y, por fin, dejaron de apuntarme a torturas extraescolares. Y pude pasar horas y horas tranquila delante de mi adorado televisor.












dimecres, 24 de febrer del 2010

DELICIOSA TARTA DE CHOCOLATE

No sé cuando mi madre empezó a hacer su fantástica tarta de chocolate para mis cumpleaños. Sólo pensar en ella, me regresa el sabor a mi boca y no puedo más que parar unos segundos para cerrar los ojos mientras se me escapa un mmmmmmmmmmmmmmmm. Las tartas de chocolate de mama son una de las cosas que no se deberían perder nunca. Se tendría que instaurar fiesta nacional de la tarta de chocolate de Ana. Mientras comía la tarta me podían llamar Rodriga, Ruperta o Remigia que todo me parecía bien.

Mi tío Pedro cada vez que sacaban la tarta decía Ro ya la has visto, no? Pues venga hasta el año que viene y se la llevaba a la cocina mientras mi cara se iba transformando en la cara triste de las dos caras del teatro y una angustia me empezaba a subir por los pies hasta hacerse cómo una pelota en mi pecho y cuando las lágrimas asomaban mi tío -no tan adorado en estos momentos- reaparecía con el pastel y un fuerte abrazo acompañado por un Ro mira que eres tonta cada año igual! Y todos se reían menos yo, que agarraba la tarta y me la llevaba a mi sitio secreto. El armario de mis padres. Un gran vestidor dónde solía perderme horas y horas entre los vestidos de fiesta de mi madre y las corbatas de todos los colores de mi padre. Años después pasaría a ser la habitación de mi hermana pequeña, ya os hablaré de "ella" más adelante. Con el primer mordisco se me olvidaba el cabreo y regresaba al comedor para compartir con todos MI TARTA. Y a esperar el año siguiente.

A mi me daban dos. Yo ya dejaba que los demás saborearan un poco el delicioso manjar. Pero mis dos trozos no podían faltar. Eso era sagrado. Cómo también era sagrada mi hora y media con ellos. Me daba tanta pena que se acabara que la primera hora y cuarto sólo me dedicaba a juguetear con la tarta. Intentaba contar las galletas, olfateaba el chocolate, dejaba un trozo entero y el otro lo cortaba a trocitos como si tuviera que compartirlo con los pitufos y volvía a olfatearlo. Después en un cuarto de hora comía el trozo partido despacio, cómo si realmente lo estuviera racionando y los últimos minutos me dedicaba a deborar a mordisco limpio el trozo entero. En ese momento todos los adultos se divertían mirándome y yo la verdad no entendía muy bien que les hacía tanta gracia. Creo que hay una colección entera de fotos mías con la cara llena de chocolate y galletas en casa de mis padres.

Cuando cumplí 14 años mi madre creyó que ya era muy mayor para tener tarta de chocolate. Y ella solita decidió ir a comprar un pastel precioso de pastelería. Creo que era de limón. La verdad mi cara debía reflejar mi desilusión en el mismo instante que vi aparecer mi madre con una tarta perfecta, con sus velas perfectas y una bandeja de cartón perfecta también. Me recordé años atrás con la cara triste de las caras del teatro y me subió otra vez la angustia esa por los pies y cuándo las lágrimas me estaban asomando...frené. Y en lugar de decirle a mi madre que me parecía la persona más absurda del mundo por no hacerme MI TARTA de chocolate y decidir que ya era demasiado mayor para esconderme en un armario con mis dos trozos, callé, soplé las velas con desgana y me tragué rápidamente mi disgusto con sabor a limón. Ese día me dí cuenta que me hacía mayor. A lo mejor RO se estaba convirtiendo en RODRIGA.

DE RODRIGA A RO

Creo que ya os he mencionado a mi adorado tío Pedro, ¿verdad?. Gracias a él pasé a los pocos meses de nacer de Rodriga a Ro. Cuándo pegué mi primer alarido en el hospital, después del RODRIGA YA ESTÁS AQUÍ a gritos de mi padre, mi tío se puso loco de contento y dijo que evitaría con todas sus fuerzas que a su primera sobrina se le llamara Rodriga. Él no sabía que mi padre tenía decidido el nombre mucho antes de saber que sería padre. Y mi madre siempre dijo que es la persona quien hace el nombre, o sea, que no hay nombres feos, hay personas gilipollas. Si claro, como ella se llama Ana. A por cierto el gilipollas es cosa mía, nunca he oído una palabra malsonante en boca de mi madre.

Mi tío estuvo unos días que me llamaba de todo María que bonita eres. Mira mi Berta que dormilona. Cómo ha cambiado Marta en pocos días. Ay Carla que orejas mas bonitas... Él insistía pero siempre se encontraba con la negativa de mi padre y la insistencia en que me llamara Rodriga y las miradas sonrientes de mi madre.

Según me han dicho nací muy pequeña, sólo con 2 kilos 300 gramos, y los primeros días casi nadie se atrevía a cogerme, ni mi adorado tío Pedro. Pero en pocos meses recuperé todo el peso que perdí en el camino. Dicen que los niños lo oímos todo dentro de la barriga de nuestras madres, yo tengo la teoría que cuando capté que a quien llamaban Rodriga era a mi se me quitaron las ganas de crecer. Es así.

Bueno, a lo que íbamos, cuando yo ya tenía casi 7 meses, mi adorado tío Pedro se atrevió a cogerme en sus brazos y cómo cuenta mi tío querido yo me quedé dormida en su pecho en el acto y hacía unos ruiditos parecidos al ronronear de un gato. Esta niña ronronea, esta niña ronronea, a esta niña le llamaremos RO! Claro, cómo no lo había pensado antes! RO de ronronear no de Rodriga! Mi tío me puso en mi cuna y saltó loco de contento. Desde ese mismo instante cada vez que oía a alguien llamarme Rodriga lo rectificaba y le decía no se llama Rodriga se llama Ro porque ronronea. Y mi madre, como siempre, sonreía y mi padre acabó acostumbrándose al Ro. Sólo se oía el Rodriga en casa cuando hacía algo poco conveniente según mis padres, bueno, aún hoy en día suena el Rodriga por esa misma razón.

Y pasé de tener el nombre más feo del mundo, a que me llamaran por una apodo cariñoso y bonito, bueno ni tan bonito pero por lo menos me salvaba de mi terrible y masculino nombre. Durante años me dieron ganas de substituir el cutre cuadro de Rodrigo(a) por uno hecho por mi. Mucho más real. Un cuadro dónde sólo pusiera una r y una o. Y creo que desde el día que dormí en sus brazos el hermano de mi madre me ganó para siempre ya que gracias a él pasé de RODRIGA A RO!







dijous, 18 de febrer del 2010

RODRIGA ES NOMBRE DE NIÑO

Fui un bebé como cualquier otro, feo. Sí, no nos engañemos, la mayoría cree que todos los bebés son preciosos, en cambio a mi parecer son frágiles, inútiles, en definitiva, no son más que personitas inacabadas, sólo eruptan, duermen y cagan...no les veo el punto precioso por ningún lado. Pero bueno, yo fuí un bebé cómo cualquier otro, pero encima de mi pesaba mi nombre. ¿Cómo se le puede llamar a una cosa tan pequeña e inofensiva Rodriga? Es como la gente que se empeña en llamar a un rotweiler Marilyn o a un chiguagua Rambo. Por favor, Rodriga parece una marca de maquinaria industrial "Apisonadoras Rodriga". Y soy consciente que hay nombres peores en el mundo, claro superar a un Hermenegilda o un Abundia no es nada fácil pero llevar un Rodriga a cuestas es muy duro.

El otro día encontré uno de los primeros regalos que recibí, bueno debió ser el primero porqué se lo dieron a mis padres en la misma sala de parto, según me han dicho uno de los tres primos del pueblo. Un cuadro dónde se describía el significado del nombre Rodriga. Bueno en realidad se notaba que alguien había rectificado la o final con rotulador. O sea, mi primer regalo estaba dirigido a un tal Rodrigo. Gracias.

Es mente de pensamiento firme. Se expresa como pensador(a) ágil, con capacidad analítica y tendencia a armonizar contrarios. Recibe impulso en las empresas que requieren de tacto, diplomacia. Amplia comprensión, penetrante adaptación y fusión de lo ancestral y lo actual. Ama complacer y recibir. Podría destacar en profesiones como estadístico(a), contable, empleado(a), diplomático(a), bibliotecario(a), músico(a), político(a), pintor(a), escultor(a) o mediador(a) de paz.

Fue todo un detalle que quien fuera que fuese se dedicara a rectificar con una a todo lo masculino. Todo un detalle. Durante años, mi madre me obligó a tener colgado en la pared de mi rosa habitación el cuadro. Y cada vez que lo observaba más me daba cuenta de la magnitud de mi tragedia. A veces me pasaba horas observando aquel Rodrigo(a) bibliotecario(a) o pintor(a), pensando si realmente sería tan fácil llegar a ser una cosa o la otro cómo esconder lo más evidente con un sólo paréntesis. Rodriga era nombre de niño con a o sin a.
Una de las anécdotas más contadas por mi madre es la de mi primer día de escuela. Iba a un colegio católico, y claro los niños no se mezclaban con las niñas. La verdad es que yo nunca he sido muy femenina, mi tez oscura, mi pelo negro azabache corto y una constitución digamos tirando a conguito daban a confusión. Pero bueno, a lo que íbamos, mi madre me dejó con la profesora de primero de parvulitos y me dijo ¡adiós Rodriga!Portate bien. Claro supongo que la chica pensó que lo había entendido mal y me llevó a la fila de los niños. La confusión duró toda una semana, hasta que le llegó una carta a mi madre pidiendo que por favor el alumno Rodrigo Almar cambiara su camiseta rosa por la azul reglamentaria. Mi madre se rie a carcajadas cada vez que se lo explica a cualquiera que quiera escuchar sus batallitas, a mi me hace puta gracia. Lo siento en ningún momento se ha dicho que el nombre de Rodrigo (a) significa estar dotado(a) con un gran sentido del humor. Esta historia que mi madre explica hasta la saciedad reafirma mi teoría que RODRIGA ES NOMBRE DE NIÑO!


dimecres, 17 de febrer del 2010

RO

Mis padres me hicieron una putada nada más nacer. Me pusieron Rodriga, cómo si todo lo bueno y lo malo que me sucediera en la vida se tuviera que relacionar con mi nombre. Se comenta en la familia que me viene por la bisabuela paterna, que se llamaba Rodriga Manuela, y yo siempre contesto que no entiendo cómo me quitaron el Manuela, coño!

Era martes y llovía. Sí, podía ser cualquier otro día, pero a mi me tocó nacer un martes de aguas torrenciales. Al salir no lloré, o eso dicen las 300 personas que estaban presentes. Sí, mi madre parió en una sala atestada de gente fumando y bebiendo. De los 300 sólo mi tío Pedro, al qué aún hoy adoro, se opuso al nombre de Rodriga. De hecho fue él mismo quien, poco tiempo después, empezó a llamarme Ro.

En la sala de partos, mi pobre madre no pudo evitar la avalancha de familiares y amigos. Mi padre el primero, sí, el primero en marearse y sentarse en un rincón con una botella de vino que compartía con gusto con su hermano, mi tío Martín, y una novia de éste que nadie se acuerda de su nombre. De momento ya van cuatro, a parte del médico, la enfermera y la comadrona. Mi adorado tío Pedro vino con su compinche del alma, Montse Pons, aún hoy inseparables. Mis dos abuelas tampoco se quisieron perder la fiesta, mis abuelos en cambio, que siempre han sido los más sensatos de la familia, decidieron esperar en el bar del hospital. Si no he perdido la cuenta, ya van diez, sin contar a mi madre claro. Según parece unos primos del pueblo estaban de visita en la ciudad y no quisieron ser menos, eran tres. Las dos mejores amigas de mi madre, Paqui y Marta, se encargaban de la intendencia, iban a por tabaco, alguna cosa de picar por si se alargaba, vino, café y también suplían el papel de mi padre, que en lugar de un papel estaba haciendo un papelón, y cogían la mano de su amiga de vez en cuando. Lo raro es que no llorase al nacer. Creo que mi primer llanto lo provocó mi padre al gritar desde su rincón ¡RODRIGA YA ESTÁS AQUÍ!


dimarts, 17 de febrer del 2009

Inmemoratamantis

Algú molt savi va dir que l’home és l’únic animal que no s’ensopega dues vegades amb la mateixa pedra. Es va quedar descansat, si senyor. Perquè si en una cosa som experts els homes és en entrebancar-nos, caure de morros i de vegades, fins i tot, ens acabem menjant la mateixa pedra.

I ara entraré al bell però tumultuós món amorós. T’enamores amb quinze anys. Et bull la sang. Et tornes a enamorar fins al vint. Et bull...ni ho vull dir. I si els vint et surt malament. És trist, però quan t’enamores de nou, ho fas amb el cap.

Desitges tant tornar a estimar que te n’oblides de tot el dolor que vas sentir en altres relacions. Dolor que et jures no tornar a passar, però és inevitable. Ja que l’amor ens fa sentir vius.

En Marc mirava distret per la finestreta. Estava convençut que aquell seria un gran viatge. Es dirigia a un congrés a Berlín. Al seu costat s’asseia una jove executiva. Per sort, havia tingut temps de treure’s l’anell de casat abans de què ella se n’adonés, va pensar.

La conversa entre ells era amena, però ja es notava la forta atracció que existia entre ells. A la mitja hora de vol, s’havien intercanviat els telèfons i s’havien dit l’hotel on s’allotjarien.

Al cap d’una hora, unes carícies tímides, unes mirades provocatives i un coqueteig descarat provocava un bon clima en el minúscul espai dels dos seients dins l’avió.

Ella va pensar que havia trobat un bon candidat per passar la resta de la seva vida. Ell somreia en pensar en la gran aventura que tindria aquell cap de setmana.

Ho veieu o no? I ja tornem al que deia al principi. Aquesta noia, segurament, passarà una setmana fatal però no passaran ni dos dies i ja hi tornarà, amb la diferència que ara sí que ho pensarà més a l’hora de passar un cap de setmana amb algú que per ella sigui futurable. S’ho prendrà d’una altra manera i estic segura que ella mateixa s’anirà convertint en un home casat a la cerca d’aventura.

La memòria ens falla, i en qüestió del cor, molt més. I això és perquè no oblidem el mal que ens han fet. Però queda com penjat en un globus que camina al nostre costat i és per això que estem atents. I la pròxima relació ens pot veure convertits en cactus.

Et tornes cactus, és veritat. I cada cop et costa més acceptar l’abraçada de qui et pot arribar a estimar. Perquè tens por que et tornin a fer mal.

Carta a un dictador



Busques en la teva memòria el moment en què vas escollir el camí equivocat. Però ja no et serveix de res imaginar-te la vida que vas abandonar fa molt de temps.

Has viscut com has cregut millor i ara no és moment de lamentar-te, d’engendrar un fantasma idolatrat de tu mateix. Ets com ets, encara que els anys han adornat la teva cara amb arrugues i et fan tremolar les mans, no pots crear-te com un personatge de teatre.

Sempre has volgut formar part de la història universal i mai has mirat a qui trepitjaves o a qui feies servir per arribar amunt, sense remordiments i sense moral. I ara la teva memòria et juga una mala passada, anul·la qualsevol cosa bona que podies haver tingut, com l’amor i l’amistat, i et fa recargolar dins al llit perquè et mostra, un per un, els rostres del poble al qual has maltractat.

Vols fer creure als que t’envolten que mai has trencat un plat, que el càstig no et por arribar perquè tot el que has fet ha sigut lluitar per una ideologia.

Sí, ara diga’m que tu no has premut mai el gallet, però m’imagino el desgraciat que rebia les teves ordres sense poder objectar en res. Feies i desfeies i ara busques l’acceptació humana per així poder dormir en pau.

No. Que la memòria no et falli. Si cada cop que sorties al balcó milions de persones cridaven el teu nom, era perquè tenien una escopeta al clatell apuntant-los la vergonya de no poder ser lliures. La vergonya de veure’s comprats per un plat d’arròs.

Mai ningú no t’ha estimat, mai ningú t’ha respectat. Era por el que provocaves als homes, no respecte. I la teva memòria t’ensarrona, els generals que t’envoltaven no eren amics, buscaven la protecció del teu poder per així engrandir les seves butxaques.

El més trist és que el dia del teu enterrament, els carrers estaran buits i el govern de torn convocarà dol nacional enlloc de festa major. Però no per tu, tot això es farà pel personatge públic i perquè és el que s’ha de fer.

Si fos per mi, no deixaria rovellar els teus records en un calaix ple de diaris i fotografies. Et mostraria el dolor de les famílies al perdre un cosí, l’angoixa del presoner polític que sap que l’únic que li queda és morir, la pena d’un pare al no poder alimentar els seus fills.

No et deixaria marxar convençut que has fet el millor i el que calia perquè mai ningú s’ha atrevit a queixar-se davant teu. Però ja ho diuen que la memòria és mala consellera i per això ara t’estranyes de viure sol i arraconat a la teva mansió. Rodejat de persones que et serveixen només perquè pagues bé, no per ser qui ets.

I ara t’estranyes que ja ningú et truqui per prendre cap decisió important al teu país. Quan més gran et fas més egocentrista et tornes, vas deixar un país a la misèria, vas enriquir-ne a quatre i vas empobrir-ne la resta.

Pensa en el miler de persones que atemorides hagueren de deixar la seva llar. Fugint de l’obscuritat de la teva mirada per buscar un lloc millor on poder viure tranquils. Vas arrasar el cor d’aquesta gent com un incendi. Exiliats del seu país i de la seva vida.

T’escric a tu petit dèspota com podria escriure al flequer que maltracta els seus treballadors o al pare que abusa sexualment de la seva filla. T’escric a tu perquè per mi representes la més absoluta vergonya pel gènere humà. T’escric per fer-te recordar, per no deixar-te dormir a les nits. Espero aconseguir posar en ordre els teus records i pensaments encara que estic convençuda que no servirà de res.

No vull ser la teva consciència, aquesta carta no l’escric per tu, sinó per mi. A mi no em fas cap pena, jo et faria caminar pels carrers del teu país declamant el perdó del poble. Aquest seria el meu càstig, veure’t agenollat davant seu.

I ara, descansa en pau.

Desterrada en l'oblit


Sempre he pensat que una persona viu mentre perdura en els records dels altres. Com també crec que de pensament es pot ser molt més infidel que no pas físicament.

Doncs jo, com moltes persones, passaré en aquesta vida sense solta ni volta. Sóc invisible pels altres. Sí, no és que m’ho sembli a mi, és que realment sóc invisible.

Vaig a fer un cafè al bar i la gent del meu voltant demana el que vol sense gaires complicacions, i a mi em poden passar les hores enmig del bullici i per molt que cridi el nom del que vull prendre no hi ha maneres. El cambrer sempre té quelcom per fer: o netejar la cafetera o servir al del meu costat o mirar cap a l’horitzó. I no us penseu que ningú em mira, no. Tothom pren el que té al davant com si la boja cridanera no existís. No em veuen, per tant, sóc invisible.

De vegades en trec profit de ser invisible. Per exemple, quan vaig en tren ja mai agafo el bitllet. Els revisors passen pel meu costat com si jo fos un extintor d’emergència. Un dia, parlava amb una noia que s’asseia al meu costat i li explicava el meu problema, ella mirava per la finestra però jo estava segura que m’escoltava. Doncs va venir el revisor li va demanar el bitllet a ella i a mi...res. Em vaig girar i li vaig dir: “ho veus”?. Doncs la noia, amb la qual hi havia estat parlant tanta estona, portava auriculars. Una altra que em confirmava la meva teoria que era invisible.

No ho sé pas, en la meva infància no tenia pas aquesta sensació. Jo recordo jugar a l’escola amb els meus amics de classe o anar a natació amb tot una colla. Sí que és veritat que gairebé ningú parlava amb mi i sempre era l’última de la fila, però ja em semblava normal.

Ja en tinc d’amics. El que passa és que no sóc gaire xerraire i és clar anem a fer un cafè al bar del poble i tothom va parlant i jo els escolto. Però jo si que hi sóc allà a la seva taula, amb en David, la Neus, la Laura i en Gerard. Són les úniques quatre persones que em veuen. Per la resta del món no existeixo.

Avui és santa Laura, així que sortirem a sopar i després a prendre una copa. M’he vestit de manera espectacular. Porto el vestit vermell que em van regalar els pares per Nadal, és llarg fins als peus, una mica cenyit i amb un escot que a més d’un li tallarà la respiració. La veritat és que em queda de conya i per això crec que és el millor que puc fer perquè tothom em vegi.

En David m’espera a baix i la resta ja són al restaurant. Crec que el vestit fa l’efecte esperat, en David em mira com no ho havia fet mai. M’agrada.

El sopar és amè, tots tenim moltes ganes que la Laura s’ho passi bé i l’ambient és ideal. En Gerard amenitza la festa amb els seus acudits, ens fa riure molt a tots. La Neus és la seva xicota, ja fa temps que surten i sempre el fa callar. Fan molta gràcia.

La Laura té un detallàs i ens paga el beure i una ampolla de cava per brindar. Nosaltres li hem regalat un quadre perquè el pengi a l’estudi que s’acaba de comprar.

Ja és hora d’anar en un altre lloc, al restaurant només quedem nosaltres. Anirem al Juli, per variar, però avui creiem que hi pot haver bon ambient ja que és la festa major del poble del costat. Efectivament, una mica més i no trobem taula per asseure’ns.

Com sempre, el cambrer s’apropa demana a tothom què vol per prendre menys a mi, però la Neus li demana dues copes. La mira estranya’t i ella li engalta: “què passa m’agrada molt beure i si et dic dues són dues”.

Tots nosaltres esclatem a riure. De sobte un noi se’ns acosta, agafa una cadira i s’asseu al meu costat. Em pregunta com em dic. Em veu? No sóc invisible per ell? A la taula s’ha fet un silenci, els meus amics s’han quedat tant sorpresos com jo mateixa.

- Sóc l’Alba Mitjà. Però tu i jo ja ens coneixem, anàvem a la mateixa classe fins que vas marxar a no sé on.

- No pot ser, jo me’n recordo de tothom qui venia a la meva classe i sempre em feia amb tots i a tu... no t’hauria pas oblidat.

- T’asseguro que sí que és possible que m’hagis oblidat. Tu et dius Jordi Collell i toques el violí. El teu germà també anava a l’escola.

- De veritat que em deixes al·lucinat, recordo un per un als de la classe però no recordo cap Alba. I me’n recordaria perquè tinc una cosina que es diu exactament igual. No pot ser.

- No t’hi escarrassis, sóc invisible. La veritat és que ets la primera persona que em veu en molt de temps. A part d’ells.

Tots cinc esclatem a riure per la cara que fa en Jordi. Marxa encara pensatiu i nosaltres continuem la nostra festa. Per mi ja s’ha fet massa tard. Dic adéu a tothom. En David insisteix en acompanyar-me però vull caminar i que em toqui una mica l’aire. Me’n vaig cap a casa.. La veritat em sembla que he begut massa.

La trobada amb en Jordi Collell m’ha deixat tocada. Reafirma la meva teoria que si ningú et recorda és com si no haguessis viscut mai. Sí, per un moment he deixat de ser invisible per algú, però a l’instant ha desaparegut la certesa d’una infància normal. He sigut invisible sempre, però abans no n’era conscient.

Sempre he pensat que una persona viu mentre perdura en el record dels altres, jo en canvi no puc estar a la memòria de ningú perquè sóc invisible. Serà que no estic viva?



La dona de les mil cares


A vegades em miro al mirall i no em reconec. Sort que sempre porto a sobre un reguitzell de fotografies de carnet amb el nom de tothom amb qui em relaciono escrit al darrere.

Aquest matí mateix, m’estava rentant les dents i he aixecat el cap un moment. Doncs ja no sabia qui era que em mirava des del mirall. Sí, ja ho veia jo que era una noia amb ulleres de pasta negra, els cabells ni curts ni llargs de color castany, el nas una mica tort i la cara rodona. Però fins que no he obert la meva carpeta i he mira’t al darrere la foto no ho he vist que era jo. Això mateix hi posa va darrere: “JO MATEIXA”.

Un aprèn a viure amb el que té. Hi ha gent que és al·lèrgica a la xocolata i hi ha gent que és incapaç de recordar una cara. Jo no en recordo cap.

Un dia quan era petita, passejava per les Fires de Girona. Anava enganxada d’un abric blau i llarg que portava el meu pare. Doncs en una tarda, vaig tenir uns quatre pares diferents. És clar, quan em despistava amb qualsevol llum de les fires, ja m’enganxava en un abric i a un pare distint. Va ser llavors quan al meu avi se li va ocórrer el truc de les fotografies.
Al principi només tenia la dels meus pares, la dels meus avis i la de la senyoreta de l’escola. Però amb els anys les coneixences es van multiplicant i les meves fotos també.

He après a viure així. Tot al contrari de ser un problema, ha estat un avantatge, la gent del meu voltant sempre ha tingut molta paciència. De petita a l’escola jugàvem tots junts que jo endevinés qui era qui. Es ficaven en un gran quadrat al patí i jo anava passant dient els noms. Pocs cops ho feia bé, però si encertava el nom d’un dels meus companys, tothom venia a abraçar-me i a felicitar-me i cada dia era com una petita festa.

Mira, és prou entretingut, cada dia reconec gent nova. A més la meva malaltia ha fet que també oblidi situacions quotidianes. Total, si no puc recordar amb qui he anat a fer un cafè, per què recordar-me que he fet el cafè?

Un amic em va dir un dia que jo vivia com quan la gent beu tant que no se’n recorda del que ha fet, ni amb qui ha parlat, ni res de res. Doncs tenia tota la raó. Visc així, jo. No està pas malament.

Si estem junts amb el meu xicot, en Robert, és justament per la meva mancança. Es va acabar enamorant de mi en veure que jo cada cop que el veia feia com si no el conegués. Al principi es pensava que era una estreta i fins i tot que ho feia per imbècil o antipàtica. Però no era així. Senzillament, no el reconeixia. Fins que un dia va parlar amb la Coral, una amiga meva, i ella li va explicar el meu “petit” problema de memòria.

Ara ja ho portem molt millor. Quan hem quedat algun lloc, ell es presenta amb una foto que ens vàrem tirar a Montserrat l’any passat i ja està, assumpte resolt. Després d’ensenyar-me la foto ja podem fer vida normal. I a ell li encanta ja que diu que cada cop que em mostra la foto, els ulls se m’il·luminen i que em poso preciosa. A més, se m’obliden les cares però no els records.

És curiós, no dic pas que no. Però penso que hi ha d’haver més gent com jo. La meva mare sempre em diu que sóc afortunada, a ella molts cops la paren pel carrer i després em diu que no sap amb qui acaba de conversar, i això que a vegades es queda xerrant més de mitja hora amb la persona. I per això diu que jo tinc sort, ja que no haig de dissimular. O trec la meva carpeta amb fotos o l’altra persona ja em recorda qui és sense necessitat de dir ni preguntar res.

Encara que de vegades si que en passo, de vergonya. L’altre dia per exemple, anava en cotxe per la carretera Barcelona direcció Pedret i per l’altra vorera vaig veure en Boadas. Feia molta calor i em va semblar una bona idea parar-me i dir-li si volia que el portés. Doncs mira el que em va passar: jo tinc un mini dels antics de color verd amb el sostre blanc, i el senyor, que més que un senyor era un homenot de més de cent quilos i tan alt com un Sant Pau, va haver de fer moltes peripècies per entrar al meu cotxe. Un cop a dins li dic: Vostè és el senyor Boadas?. I és clar... no ho era. No sabia pas què fer. Estava convençuda que el coneixia. Així que li vaig dir: “doncs miri ja pot baixar del meu cotxe que m’he confós”. Una altra cop l’odissea per fer-lo sortir. Encara el veig dret mirant esparverat mentre jo arrancava el cotxe i fugia. Vaig haver de parar més endavant perquè estava plorant de riure. Encara el veig sortint del cotxe, una cama, després l’altra...coses que passen.

Sí, m’ho prenc bé. A l’adolescència no m’ho prenia amb tanta filosofia, ans al contrari, de tot en feia un problema. Em vaig passar mesos i mesos tancada a casa. No volia veure a ningú, ni parlar amb ningú, tampoc. Em feia vergonya treure el meu àlbum personal cada vegada que em saludaven i a vegades feia com la mare, seguia el corrent. Però sempre em descobrien. Jo no tinc la facilitat que té la mare de dissimular.

La Coral em va ajudar molt, gràcies a ella em sento especial. Ens divertíem jugant a qui és qui pel carrer. El mateix joc que fèiem al pati de l’escola.

A més, sempre està de broma, la Coral. Més d’un cop s’ha fet passar per una altra persona, per riure’s de mi. I ho aconsegueix. Però a mi em fa riure i gràcies a aquestes petites bromes vaig superar el meu aïllament adolescent.

Sí, ja ho sé que una agenda m’aniria d’allò més bé. Ja ho he intentat però sóc massa despistada i sempre me les deixo en un lloc o en un altre. A més ja en tinc prou d’anar amb l’àlbum amunt i avall.

No sé, amb el temps espero i espero la recuperació. Segur que d’aquí uns anys apareixerà el medicament adequat. Fisionamix, és un bon nom, no?.

“Fisionamix t’ajuda a recordar tots els rostres”. L’anunci aniria més o menys així. Però arribat aquest moment, no sé si me’l prendria. Potser de dilluns a divendres per poder tornar al meu món els caps de setmana. Em sembla que ho trobaria a faltar.

Que no reconegui la gent, no vol dir que no me l’estimi. La meva mare, per exemple, no sé quina cara fa però en canvi l’estimo per tots els contes que m’explicava de petita, per la seva olor afruitada, per la seva cuina i les seves xerrades. I sobretot, perquè sempre m’ha tractat com a una persona normal. La mare sap treure-li importància al meu problema. Sempre ho ha fet i per això li estic tan agraïda.

A ella també li passen coses per falta de memòria. La història més grossa que us puc explicar de la meva mare és aquesta: estaven en un casament i un senyor se li apropa i li comença a parlar amb tota confiança. Quan se’n va, el pare ─que ja la coneix─ li diu que si no la reconegut. I la mare diu que no. Doncs sabeu qui era? El seu company de feina, fa quinze anys que treballen costat per costat al Banc i no el va reconèixer.

Per mi les fotografies no signifiquen gaire res, no us penseu que se m’encén la llumeta només de veure’n una, no! Miro la persona, després la fotografia i jugo a les set diferències. Llavors de comparar una bona estona, ja estic convençuda que és la mateixa persona. És com jugar una mica cada dia.

Sabeu allò que fa la gent de tapar-te els ulls i dir “qui sóc?” Sabeu del que us parlo, no? Doncs és el que em passa a mi però sense que em tapin els ulls. Sí.

Dins del cap em dansen tot de rostres que em són familiars i sovint m’estiro al llit, tanco els ulls i els poso nom. En Robert ha de ser aquest noi bru, d’ulls negres i una gran boca que el fa peculiar. La Coral en canvi, té el nas petit i els ulls castanys com els cabells i és una mica pigallada. La mare és rossa amb cara rodona i el nas una mica aixecat i el pare és aquest que veig sense cabells, els ulls petits i amb una boca perfilada, ja que no els llavis gaire molsuts.

En Robert em diu la dona de les mil cares i m’encanta, em sento encara més especial. Cada dia reconstrueixo els records sense rostre i puc renéixer a cada mirall.





La senyora Bonet


L’Emma se sent orgullosa d’ella mateixa. Fa mesos que treballa en una novel·la, potser un parell d’ anys, fins i tot. Ha arribat el dia d’entregar el seu esforç a la editorial on treballa la Carla, la seva agent.

La Carla fa temps que espera aquest treball i quan l’Emma l’ha trucat s’ha posat d’allò més contenta. Mai l’havia intrigat tant l’obra d’un client i l’Emma li deia que era el millor que havia escrit mai. A part d’això, estàvem a principi de març i amb una mica de sort, podria sortir pels voltants de Sant Jordi.

Ja fa més de cinc anys que treballen juntes. En aquest temps s’ha creat un vincle difícil de trencar, s’han fet realment amigues.

Es van conèixer després que l’Emma guanyés un reconegut premi literari nacional, i des de llavors, dos cops l’any, publicava una novel·la amb vendes assegurades. L’Emma Poch és una escriptora reconeguda tant al país com a l’estranger.

El seu primer llibre va ser un èxit editorial i això li ha permès editar altres novel·les que ja tenia escrites i guardades en un calaix, i aprofitar els mesos d’entrega per escriure i investigar altres temes del seu interès. Aquest és el seu truc per poder publicar tan ràpid.

Per això la llarga espera havia preocupat una mica a la Carla, ja començava a pensar que a l’Emma se li havia tallat la inspiració després de la mort del seu germà en un accident automobilístic a la carretera de revolts entre Sant Feliu i Tossa de Mar.

L’Emma acostuma a escriure’s la contraportada dels seus llibres. Creu que ningú ho pot fer millor que el mateix escriptor.

Han quedat per dinar a casa la Carla i ja parlaran de feina tot fent el cafè. El dinar esdevé distès, però l’Emma es mor de ganes d’ensenyar la novel·la a la seva amiga, no para de parlar-ne. En canvi, la Carla esquiva el tema ja que no es vol intoxicar. Sap que l’Emma escriu molt bé, però sempre li ha agradat ser objectiva.

Després d’un deliciós i vegetarià àpat, s’instal·len a la sala d’estar. La Carla serveix el cafè descafeïnat de sobre amb sacarina i just després l’Emma li passa el resum del seu llibre.

“Cristòfol Bonet, un modest metge de poble, s'ha casat amb l’Estel, filla d'un agricultor acomodat, educada com una senyoreta en un convent. La vida senzilla que duu el matrimoni deixa absolutament insatisfeta l’Estel, que ni tan sols amb el naixement de la seva filla pot omplir el buit que experimenta...”.

La Carla no s’ho pot creure, es pensa que és una broma de l’Emma. Li ha donat el mateix argument de Madame Bovary però amb el nom dels personatges canviats.

Es mira l’Emma i la veu expectant, com si estigués esperant una resposta. Decideix continuar llegint per veure si més endavant canvia alguna cosa.

“En Lluís, un passant de notari que arriba al poble, li desperta un cert interès, però finalment, l’Estel es resisteix a lliurar-se a aquell home.
Quan coneix en Roger, creu haver trobat l'amor amb què tant ha somniat i pretén fugir amb ell...”, i continua amb Madame Bovary.

- És broma, no? Va, ara dóna’m l’argument de veritat que aquesta tarda tinc molta feina. Què mires amb aquesta cara? Vinga, l’obra.

- Què vols dir? No t’agrada? Doncs jo crec sincerament que és el millor que he escrit mai. M’he passat gairebé dos anys per escriure aquesta història d’una dona increïble, avançada a la seva època que viu com un home amb amants amunt i avall i un marit que viu als núvols. I si a tu no et sembla bé, ho sento Carla però em buscaré una altra agent a partir d’ara.

- Sé, és clar, això ho has escrit tu i abans de tu Gustave Flaubert. M’estàs prenent el pèl no? Però Emma, si això és idèntic a Madame Bovary.

Un silenci incòmode els envolta, la Carla no acaba d’entendre què està passant i l’Emma calla enrabiada, se li veu a la cara que està molesta.

- No pot ser, és una història massa meva. Segur que aquest Flaubert me l’ha copiat a mi. Et dic que no pot ser que hi hagi una altra novel·la com la meva, si és gairebé perfecta.

“Però Roger s'espanta davant la decisió de l’Estel i l'abandona. Ella experimenta un dolor molt profund, al qual el segueix un rampell de misticisme religiós ─que l’expressa en termes similars als de Teresa de Jesús al seu Libro de la Vida─ . Després d'aquesta davallada, es retroba de nou amb en Lluís i es llença als seus braços sense dubtar-ho...”. La Carla comença a llegir en veu alta.

- Vols que continuï? Mira Emma, l’Estel és l’Emma, en Roger és en Rodolf, en Lluís és en Lleó i el metge es diu Charles Bovary i no Cristòfol Bonet. No em diguis que en tot aquest temps només t’has dedicat a plagiar una de les obres mestres de la literatura universal. És un broma?, repeteixo.

L’Emma no es creu el que li està dient la seva agent. Com la creu capaç de fer una cosa així, pensa. Està segura que aquella obra és seva i que si en Flaubert l’havia publicat abans que ella era perquè li hauria robat l’arxiu.

La Carla ja n’està una mica tipa del comportament de l’Emma, s’apropa cap una lleixa i n’extreu un tom, es tracta de Madame Bovary.

- Mira, té. No sé pas què et passa. Aquest llibre sempre havia estat un dels teus preferits, i a més, en Flaubert no et pot haver plagiat perquè va morir al segle XIX. Però Emma, si me’l vas regalar tu aquest llibre, farà cosa d’uns tres anys!

L’Emma està perplexa, fulleja el llibre d’en Flaubert i és exactament igual que el seu. L’estructura, el nombre de capítols, tot. Tot exactament igual. I encara, en aquest moment, que sosté el llibre a les mans, els dubtes que el seu escrit no és inèdit li ronden pel cap. Però, la Carla tenia raó i el pitjor de tot era que ella s’havia passat dos anys tancada escrivint cada paraula d’una novel·la ja escrita.

- Però t’asseguro que m’he passat aquest dos anys tancada escrivint, escrivint...La senyora Bonet.

Tot d’una l’Emma emblanqueix sembla que se n’adona que la novel·la no és seva, que la memòria li ha fet una mala passada.

- Déu meu! La millor novel·la que he escrit i ja existia. Què serà el pròxim que escrigui, La Celestina? Què fort!. Són dos anys en captiveri que se n’han anat a fer punyetes. Cada paraula, cada coma sorgia del meu cap, t’ho asseguro. Necessito ajuda, això no és normal.

L’Emma comença a riure i a plorar a la vegada. La Carla se la mira de lluny, com espantada. Finalment se li acosta i l’abraça. Ara si que es creu que l’Emma ha estat dos anys treballant durament. Les dues es queden pensatives, agafades de la mà.

- Tinc un amic psicòleg que et pot ajudar. És especialista en alteracions de la memòria. Fa uns anys va tractar el meu pare d’una amnèsia temporal. Potser ens podrà dir què t’ha passat.

Agafa l’agenda i li dóna el número a l’Emma que ja està més serena, però que no entén res de res. Encara es mira el llibre de Madame Bovary amb recel.

L’Emma demana a la Carla que no en parli amb ningú i que si no li fa res acompanyar-la al psicòleg. En realitat li fa por el diagnòstic, encara no assimila el que li ha passat. No ho entén, no ho pot entendre.

Dilluns tenen la cita amb el psicòleg. Han decidit que portarien un exemplar de Madame Bovary i l’esborrany de La senyora Bonet, per poder-li explicar millor al metge el que li havia passat a l’Emma.

El psicòleg es diu Pau Jordi, Jordi de cognom. La Carla i l’Emma es tranquil·litzen en veure la serenitat d’en Pau. No fa cap gest de sorpresa.

- Emma, has tingut una al·lucinació de la memòria, segurament provocada per un trauma just abans de començar a escriure. Hi ha un cas molt famós d’un home que recorda a la perfecció haver-li dictat a Julio Cortázar la novel·la Rayuela, fins i tot el va portar als jutjats. És Clar, va perdre. L’home assegurava que Cortázar li havia robat els manuscrits. El teu és un cas similar, però tu no t’has quedat en l’al·lucinació, te n’has adonat perquè venia provocada per un trauma. Encara que durant dos anys, la teva memòria et repeteix dins del cap una novel·la sencera, si te n’has adonat, això queda aquí. Si vols, podríem quedar un altre dia per parlar del trauma que t’ho ha provocat.

En Pau és molt amable, no li cobra la visita a canvi que el pròxim llibre li dediqui a ell exclusivament. L’Emma ho compleix.

Al·lucinacions de la memòria es publica al desembre, i és un gran èxit editorial, com sempre. Tracta d’un escriptor que es passa la vida reescrivint grans novel·les de literatura universal i lluitant amb les editorials que el prenen per boig.

Requiem ad memoriam



El meu pare no em va deixar res. Ni un rellotge, ni diners, molt menys un record bonic. Ho donaria tot per tenir un record palpable. Una foto. , a vegades penso que una foto seria suficient.

A la memòria només conservo una frase que el meu pare em repetia un cop rere l’altre: “no te’n refiïs dels desconeguts, et faran molt de mal”. I m’ha marcat tant, que he basat la meva vida en aquestconsell, fugint de tot contacte humà.

Menteixo. Tinc un altre record del meu pare. L’alè de tabac i conyac que sortia d’una boca gran i salivosa. Crits i plors de la meva mare. Un cop de porta i... adéu.

El meu pare no ha de ser un mal home, potser tan dolent com Déu podria ser i d’aquest no ens en queixem. Ell em va deixar abandonat? fa molts anys. Si tornés de sobte, no li permetria traspassar el portal. A casa meva hi ha normes, una de les quals, és no deixar entrar els desconeguts. Al cap i a la fi, va ser ell qui va crear aquesta desconfiança absoluta cap a tota persona viva o morta.

Però bé, fa molt de temps que no penso en el meu progenitor i no començaré pas ara. Encara que el seu record ha condicionat tota la meva vida.

La meva mare es preocupa, no entén com puc viure així. Allunyat de tot i de tothom. Però jo no tinc cap necessitat de ningú, fins i tot vaig marxar de la casa materna als disset anys per estar sol.

I de què visc? Doncs d’Internet. He nascut en el millor segle possible, el segle de les connexions. A Internet ets anònim, no veus a ningú i ningú et veu a tu. Et pots reinventar tantes vegades com vulguis i a qui l’hi importa?

Treballo fent pàgines web. Els meus contactes els faig a través de la meva adreça de correu electrònic. Les transaccions bancàries també i fins i tot, les compres les faig per Internet. Encara que m’encanta que la meva mare em porti els seus plats acabats de fer. És bona cuinera, la mare.

Avui faig 27 anys. I he decidit sortir aquesta nit. No tinc amics, però vull anar a prendre alguna cosa. Visc al centre d’una ciutat petita, tot i així desconec la vida nocturna, i m’inquieta una mica pensar que tot estarà tancat o que algú intentarà fer-me mal. El meu cor és valent, però al meu cap ressonen les paraules del meu pare: “no te’n refiïs dels desconeguts, et faran molt de mal”. És ben curiós, un home que no li recordo ni la cara, controla la meva vida. Abans de fer-me enrere, agafo les claus de casa i surto al carrer.

No sé si he tingut sort o ha estat el destí, però just al costat de casa descobreixo el bar Manel. Un lloc petit i brut que sembla conjuntar amb el cambrer. Un home grassonet i, sense cap dubte, brut. El cambrer em saluda com si em conegués de tota la vida. Això m’incomoda. Les mans em comencen a suar i faig enrere el meu pas decidit cap a la barra per asseure’m a la taula del fons del bar.

Les parets estan recobertes de firmes, cors, frases sense massa sentit... Penso en l’estúpida mania que tenen els humans de voler sortir de l’anonimat, de què els serveix a les persones estampar el segell per allà on passen?

Però per una vegada, em deixo portar, i com que tampoc tinc clar quina beguda és millor, li demano al ronyós cambrer que ja m’ha deixat clar que és en Manel─ un bolígraf per escriure alguna cosa a les seves llardoses parets.

Però, què puc escriure? Penso en un munt de frases que sempre he volgut que fossin meves. Com aquella d’en Grouxo Marx: “Fora del gos, un llibre és probablement el millor amic de l’home, i dins del gos probablement és massa fosc per llegir”. També em passa pel cap: “no te’n refiïs dels desconeguts, et faran molt de mal”. Però crec que no és la més adient.

“Benet”, així de simple. Escric el meu nom entre un “t’estimo molt Enric” i un “viva la gente de Bilbao”. Mentre contemplo la meva obra mestra, sento que algú em diu: “em deixes el boli, Benet?”

Noto una cremor a les galtes, és una noia de la meva edat, més o menys, amb uns ulls de color caramel i un somriure acompanyat de dos clots a banda i banda.

S’asseu a la meva taula, agafa el boli i escriu “Rita” al costat de “Benet”. No articulo paraula. Encara em ressona el meu nom dins del cap. Benet. Per una vegada no em sembla tan vulgar. Benet. Sí, la veritat és que no sona pas gens malament.

Benet i Rita. M’agrada. Sembla que ella pensa el mateix. Li demana a en Manel dos copes de whisky. No puc deixar de mirar-la. Els sospirs són tots meus, les paraules totes seves. Ella parla i parla. Parla de tot, canvia el whisky per tequila. Ella parla, però jo no l’escolto. L’observo. De sobte, me n’adono que la Rita té un tic nerviós. Les seves celles espesses i negres s’aixequen rítmicament. Això encara la fa més perfecta.

Parla del seu passat. No sé què d’un dia a la platja amb els seus cosins. A mi tot se’m barreja, la fortor del tequila amb la dolçor de les seves paraules. De veritat que no la puc seguir.

Mai havia passat tanta estona amb ningú, mai ningú s’havia sincerat tant tampoc amb mi. Tot i això, jo no l’escolto. Vaig movent el cap tímidament per por que s’adoni que no l’escolto i marxi. Estic atent al so de la seva veu, del seu somriure, del moviment de les seves mans, del tendre tic.

La Rita li fa un senyal a en Manel i ell s’acosta per emplenar-nos les copes, una rere l’altra. Noto un suau mal de cap. Això deu ser la ressaca.

Un terrabastall em distreu. Uns borratxos comencen a trencar ampolles i a cridar, vull que emmudeixin i em deixin escoltar la Rita que roman callada per uns instants, mentre es mira el parell d’impresentables. S’aixeca i va cap el lavabo. Es deu haver atabalat. Em mossego els llavis amb ràbia. Per sort, el cambrer agafa els dos brètols i els fa fora del local.

“No te’n refiïs dels desconeguts, et faran molt de mal”. He de marxar. Maleït pare! Ara no és moment de presentar-te aquí. M’ofego. La Rita encara és al lavabo. Pago el que toca i surto corrents.

Algú em crida, però no em vull girar. Tampoc aniré cap a casa. Sento com em segueixen. M’aturo d’esgotament en una plaça una mica més avall, entre l’alcohol i la falta d’exercici no he arribat gaire lluny.

Em giro i la Rita m’està mirant uns metres més enllà. Què voldrà? Per què em segueix? Segur que busca alguna cosa. El pare tenia raó i ella no pot ser diferent dels altres.

“No em segueixis i marxa”, li dic. S’acosta, m’agafa pel braç i em fa seure en un banc de la plaça. S’asseu i em mira. No diu res. Només em mira esperant alguna cosa de mi.

És molt estranya. Ha parlat tota la nit, m’ha perseguit pels carrers i carrerons i ara que em troba, no diu ni piu. No sé quanta estona fa que estem així, però hi estic a gust.

La veritat és que la Rita no sembla pas mala persona. Potser el pare estava equivocat, potser jo no el vaig entendre bé i potser m’he deixat perdre moltes coses tots aquests anys.

“El meu pare sempre em deia que no me’n fiés dels desconeguts, que em farien mal...”. Li explico tota la meva vida. Encara no sé perquè ho faig però em sento a gust amb la Rita.

Ja clareja quan acabo, em demana per pujar a casa meva. Li dic que és massa aviat. Tot arribarà.

L’únic record que conservo del meu pare m’ha fet viure sol i desconfiat. Fins avui. Estic segur que la Rita m’ensenyarà a viure i a compartir. A partir d’ara crearé nous records per a la meva memòria. Nous i bons records.


Un record en carn viva



En Miquel i la Lola passegen pel parc agafats de la mà. Els més de seixanta anys que fa que estan junts no han aconseguit apaivagar el seu amor.

S’asseuen en un banc. Ni parlen, ni es toquen. Només respiren un al costat de l’altre. En Miquel observa la Lola. Li reconeix tots els records en cada plec de la seva pell. Cada arruga representa la seva vida en comú.

Les arrugues del voltant dels ulls són tots els somriures perduts, totes les rialles compartides. Les insinuacions darrere un ventall.

En Miquel rumia en tots els mals de cap que no li ha pogut estalviar, tots els problemes s’han traslladat a l’ampli front de la Lola. Solcs de pensaments perduts en paraules cridades i promeses callades.

Un petit somrís se li escapa entre els seus llavis tremolosos. Agafa les mans de la Lola. Unes mans fortes i menudes, que també deixen entreveure el pas del temps entre els seus dits.

Les mans de la planxadora. Coneguda des de Figueres a Girona per deixar les camises millors planxades de la contrada.

Pensa en la Lola com en una artista. La seva passió es transmet en el seu pit, ara ja en decadència però que deixa percebre la bellesa robada pels anys.

I el seu ventre esponjós, seu de l’inici de la vida dels tres fills en comú. Aquell buc que cada nit, des de fa seixanta anys, besa amb deliri abans d’anar a dormir.

En Miquel pensa en el cos de la Lola com en un jardí hivernal que ha perdut tots els seus colors i fulles però que s’endevina el seu resplendor primaveral.

La Lola no vol ser vella. Se sent feixuga com si tots els anys viscuts li pesessin a les cames. Però encara li brillen els ulls amb tendresa al mirar-se en Miquel. Sap la sort que ha tingut d’estar amb ell tots aquests anys.

Les primeres passejades, els seus petons d’amagat per la colla sardanista, el dia que en Miquel se li va declarar de cop i volta. Sense romanços.

La tranquil·litat i la capacitat per resoldre tots els problemes. Això és el que més li fascina d’en Miquel. Passi el que passi mai li dóna prou importància com per capficar-s’hi més de dos dies. La Lola està convençuda que aquest és el motiu que la va enamorar.

I ara després de tants anys segueixen asseguts l’un al costat de l’altre. Sense parlar-se. De fet què més els quedava per dir-se?

Moltes coses. La Lola li vol dir com l’ha fet de feliç mentre mira la canalla jugant davant seu. En Miquel li ha agafat la mà i ella creu que és perquè l’ha sentit. Però romanceja amb els seus pensaments. S’estimen. Ella endevina en els seus ulls tot l’amor que sempre li ha professat. I somriu.

No li cal res més. Poder compartir aquell moment abans de dinar al parc amb el Miquel. L’omple.

La Lola sap que coneix millor en Miquel que a ella mateixa i pensa que a ell li passa el mateix. Són una impremta en carn i ossos de la seva llarga vida.

Un record en carn viva que s’asseu cada migdia al parc, un al costat de l’altre. Ni parlen, ni es toquen. Es pensen.

El tren de la memòria


Fa hores que m’espero a l’andana. Cigarret rere cigarret. La Martina arribarà amb el tren de les nou del vespre. Estic aquí des de les quatre. No m’agrada arribar tard i menys en aquesta ocasió.

La Martina és d’aquelles persones encantadores, amables, amb un somriure perfecte i uns ulls glaucs enormes que sembla que et parlin sols.

A la meva butxaca brilla un anell de compromís. Ella se’n va anar després que tinguéssim una forta discussió. Em sento molt malament, tot va ser per culpa meva. Em va veure petonejant una altra noia, que ni m’importa ara, ni m’interessava llavors. La veritat és que va ser ella que se’m va llençar al damunt com una gata en zel, i és clar, no m’hi vaig saber resistir. No sé per què ho vaig fer. Maleeixo l’hora i em maleeixo a mi també.

La Martina no ho va suportar i se’n va anar uns dies a Tarragona a la casa pairal materna. Els dies es van fer setmanes i les setmanes es convertiren en dos mesos.

Un dilluns, quan m’estava dutxant, va sonar el telèfon. Hi vaig arribar just a temps. Era la Martina. Em va dir que vindria a Girona per parlar amb mi. Arribaria divendres.

Em va fer un esglai el cor. Feia dos mesos que no dormia, que no menjava i que
fumava més que mai. Un cop per setmana corria a l’estació de Girona per pujar al primer tren que es dirigís a Tarragona. Però mai he tingut el coratge dels romàntics.

Així que després de la trucada, esperançat, vaig córrer cap a la joieria situada dos carrers més avall de casa meva i li vaig comprar a la Martina el millor dels anells. Or blanc i diamants.

En tornar a casa em vaig mirar l’anell i vaig pensar que m’havia precipitat. Els dubtes em feien rodar el cap. Hi havia moments que em pensava que l’anell me l’hauria de menjar amb patates, però tot seguit estava convençut que tot aniria bé. Per fi era divendres.

Vaig demanar festa a la feina, encara que ella no arribava fins al vespre, volia tot el dia per mi. Per reconquistar-la hauria de mesurar cada paraula que sortís de la meva boca.

Ens varem conèixer fa tres anys. Els dos estiuejàvem a Sant Feliu de Guíxols. Ella a casa d’uns oncles i jo a casa d’un amic.

Un dia a la platja ens vàrem trobar l’un al costat de l’altre. Feia una calor d’espant i les nostres tovalloles es tocaven a causa de la quantitat de gent que hi havia a la
platja Gran.

Em sentia cofoi en pensar que tothom creuria que aquella desconeguda, tan maca, anava amb mi, i segur que, fins i tot, algú diria que fèiem una parella encantadora. Jo no li gosava dir res. La contemplava sota les meves ulleres de sol fent veure que dormia.

Es va girar cap a mi, em va somriure i em va oferir aigua. Vàrem connectar a l’instant. A partir d’aquest moment, vàrem parlar de tot. De la vida, dels amics, de les vacances, de la seva família i de la meva.

De sobte, em vaig adonar que tenia una calor horrorosa. La vaig agafar de la mà i cap a l’aigua. Quin dia més esplèndid. La multitud,
que m’havia molestat tant, ara era la meva aliada. L’allau de gent feia que els dos estiguéssim casi immòbils i molt junts dins l’aigua. Ja no vaig aguantar més. M’hi vaig apropar i li vaig fer un petó. Ella va apartar la cara i se’n va anar cap a la tovallola. Els nervis m’havien tornat a trair. Esperaria una estona i tornaria a la meva tovallola amb l’esperança que la Martina no hi fos. Ja li demanaria disculpes en un altre moment, l’estiu acabava de començar, segur que la veuria més sovint, potser alguna tarda fent el cafè al Casino dels Nois.

En tornar a la tovallola, em vaig emportar una agradable sorpresa. La Martina prenia el sol com si res. Es va girar cap a mi, va fer un gest perquè m’hi aproximés i llavors, va ser ella qui em va besar. Així és com ens vàrem conèixer i des d’aquell moment no ens vàrem tornar a separar. Fins fa dos mesos.

Són les vuit i cinc. Crec que un traguinyol
de qualsevol cosa m’anirà bé per calmar-me els nervis. Falta menys d’una hora. No. Millor espero aquí mateix, no sigui que arribi, baixi i no em vegi enlloc. La Martina és molt puntual.

Però tinc set i
gana, fa quatre hores que estic aquí assegut pensant en la Martina. Decideixo anar a una d’aquestes màquines expenedores de l’andana i compro una bossa de patates. Però es queda a mig camí. Començo a sacsejar la màquina quasi amb histèria. Serà un presagi. Tot m’anirà malament. Ara n’estic segur. I jo he comprat l’anell i he canviat els llençols del llit i he rentat tots els plats i fins i tot, he fregat tot el pis. Continuo amb la meva lluita contra la màquina. Un home, que em deu veure molt nerviós, em diu que em tranquil·litzi. Fa un cop sec a la màquina i les patates baixen de sobte.

Haig de calmar-me, és veritat. Tanco els ulls, penso en el nostre primer dia a la platja i en el seu somriure. Tot sortirà bé. Ens casarem, tindrem com a mínim cinc fills i cada estiu visitarem Sant Feliu.

Si sabés com l’estimo, no se n’hauria anat mai del meu costat. El seu somriure, els seus ullets parladors, la seva dolçor natural i espontània. Tota perfecció.

Busco dins la butxaca, agafo l’anell i me’l miro.
Potser no és suficient, m’hauria d’haver quedat el conjunt sencer. Ja està a punt d’arribar.

Al rellotge de l’estació ja toquen les nou. El tren no arriba. Les nou i cinc, les nou i tretze, les deu menys vint. Què passa? Els minuts es fan eterns,
fa més de cinc hores que espero la Martina i el tren no arriba.

Ja no aguanto més estona assegut, vaig amunt i avall de l’andana. No anuncien cap retard. Baixo a informació i una noia parla per telèfon. Em diu que m’esperi, que ara m’atendrà. Esperar-me? Quant temps més haig d’esperar?

No penja, començo a estar realment nerviós, li dic que s’espavili, em mira de dalt a baix i em pregunta què desitjo. Li dic si sap alguna cosa del tren de Tarragona. Una pana a l’altura d’Hostalric. No sé res més, em contesta.

“Senyor Romà, un altre cop aquí? Au va, marxi cap a casa seva, la Martina no arribarà ni avui ni cap altre dia. Vinga home, que tancarem l’estació d’aquí pocs minuts”.

Una dona que neteja m’agafa pel braç i m’acompanya a la sortida. Cerco l’anell a
la butxaca i no hi és. Em tremolen les mans. Un reflex a la porta de l’estació m’espanta, sóc vell i estic arrugat. Me n’adono que no estem pas al 2008 i que tampoc tinc 20 anys. Però, i la Martina? Per què no ha arribat?

“Pobre home, treballo aquí des de fa deu anys i ve
cada divendres, s’asseu al mateix banc i espera. De tant en tant, parla d’una tal Martina”, sento la senyora que li diu a un vigilant de l’estació.

La Martina mai va arribar. En Romà ja té 82 anys i la seva memòria li fa reviure el dia que va esperar-la durant hores, en el mateix banc. Cigarret rere cigarret.

Mis rostros


Caminando por la calle me doy cuenta que no somos tan distintos. Es martes y llueve. Es martes y llueve para mí, para ti, para mis madres. Sí es martes y llueve para todos, ¿por qué la gente está empeñada en diferenciarnos? Aunque, pensándolo bien, hace tiempo que yo también clasifico a las personas. Las clasifico por rostros.

Hoy nos hemos cruzado con un rostro amable. Lleno de serenidad y sabiduría. Con las arrugas justas de una persona afable. Nos ha mirado y nos ha sonreído. Era un rostro sincero. De esos de pellizco. Sí, que les pellizcarías los mofletes a cada rato. Pero no siempre es así. Cuándo vamos al parque y yo estoy jugando en los columpios, Irene y Marta se sientan en un banco a mirarme. A veces se besan. Entonces aparecen todo tipo de rostros. El que se sonroja y mira hacia otro lado. Este me da risa. Pasa de amarillo a rojo en segundos. No se si sienten vergüenza por ver besarse a dos personas o sienten pena de ellos por no poder vivir un amor cómo el suyo. También está el rostro másquemalo que hace unos gestos de asco. Sin disimulo. Sus ojos son de desprecio y su boca…no sé. Parece un rostro restriñido. No me gusta este rostro. Otro rostro que me encanta es el de sorpresa. Los ojos muy abiertos y de la boca se les escapa una sonrisilla. Tímida.

Un día soñé con un rostro que me dio miedo. Irene y Marta estaban cenando. Un rostro lleno de odio se les acercaba. Les gritaba. Yo sólo veía los ojos pequeños y apretados. Unas cejas espesas llenas de rabia. Una boca llena de babas con unos grandes dientes. No oía que les estaba gritando. Sólo pensaba en ellas. ¿Qué les haría este rostro? Me desperté gritando. La cama estaba mojada.