dijous, 1 d’abril del 2010

LA TIA MARIA

Hacía dos o tres años que a muchas niñas de mi clase ya les había visitado la tía María cuando una tarde de primavera llamó a mi puerta.

Estaba jugando a pelota con Chusa, mi amiga del alma, cuando noté un ligero malestar en la barriga. No sabía muy bien qué me pasaba pero me despedí con prisas y me fui a paso ligero a mi casa. Al llegar le dije a mi madre que no me encontraba muy bien, algo me ha sentado mal mama, me duele la barriga.

Decidí sentarme un momento en el baño para ver si realmente era un problema intestinal. Y para mi sopresa en mis braguitas se alojaba una mancha tirando a marrón. Me había cagado encima, por fin entendía lo que debía ser un pedo con cola. Mamá, creo que se me ha escapado caca, ven!

Entró a toda prisa, sin llamar a la puerta. Los ojos le brillaban y me alargaba con su mano un paquete de compresas -compresas a secas, por aquel entonces no había ni con alas, ni super, ni olor fresh ni ná de ná- miré el paquete de pañales y lo comprendí todo, era la primera visita de la tía María.

Por fin podría entrar en las conversaciones durante las horas de patio de las niñas de la clase, a mi me viene a principios de mes y me duele muchísimo! otra decía pues no hay para tanto, yo ni me entero, de hecho hay algún mes que la tía María se olvida de mi. Y una tercera respondía, yo ya uso tampones, mi madre no lo sabe, tías es lo mejor! el lunes cuando llegué, me puse en un grupito y solté pues mirad, el viernes me visitó la tía María por primera vez y pensé que me había cagado encima. Una cara de asco general se dibujó en sus rostros y se fueron sin contestarme siquiera y a partir de ese día decidí no comentar nada más sobre el asunto.

Pero claro, una tiene una madre para eso, para no dejar que nos olvidemos de ciertas cosas. Y el sábado siguiente me extrañó que se convocara una comida familiar en casa. La verdad es que persona que entraba persona que me miraba con un Aiiii cuánto le queda! Cuando empecé a entender que todas las miraditas y los cuchicheos iban dirigidos a mi, cogí a mi adorado tío Pedro y le pregunté ¿qué les pasa? Y el sólo me respondió, Ro te haces mayor y ya casi nunca ronroneas. Hay cosas que a partir de ahora quedaran atrás. Era la primera vez que sentí que mi tío no tenía todas las respuestas, o mejor dicho, todas las respuestas comprensibles para mi.

Durante la comida tuve que soportar como toda mi familia me mandaba miradas ñoñas de complicidad y yo aún no entendía que tenía de especial si la tía María nos visitaba a todas, durante muchos años una vez al mes y cuando en los postres se sacó el espumoso de las ocasiones especiales y mi padre gritó brindemos por Rodriga, nuestra niña que se ha convertido en mujer! yo ya no pude más, exploté, bueno basta ya! se ha convertido en mujer, se ha convertido en mujer y antes que era...una rana! Y una aiiiiiiiiiii al unisono se oyó por nuestro comedor, mientras yo me iba a mi cuarto deseando cerrar las puertas a la tía María para siempre. Prefería no poder entrar en según que conversaciones, quería que mi familia me dejara de mirar cómo si fuera un mono de feria y sobretodo, no me imaginaba con esos pañales llamados compresas en mi culo una vez al mes el resto de mi vida.

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