dilluns, 12 d’abril del 2010

SAILES DE BALÓN

Con el vestido que me había hecho mi madre para la boda de mi tío, uno de mis problemas había quedado resuelto. Faltaba el segundo, aprender a bailar. No sé cuántas veces pensé en lo fácil que sería hacer creer a todos que me había torcido un pie, y así ahorrarme la vergüenza de demostrar mi nulidad como bailarina. Pero después al imaginar a mi tío Pedro dándole el primer baile a cualquiera me reconcomía por dentro. O sea que cogí el toro por los cuernos y me puse a buscar un profesor de baile.



Restándole la multa de mi primera incursión en el mundo de la moda, creía tener suficiente dinero para pagar unas clases. Pero no era así. La verdad es que era mucho más caro de lo que yo me pensaba. Mi idea era no decirle a nadie que en mis horas libres me dedicaba a los bailes de salón con un grupo de fósiles de la tercera edad. Unos fósiles que me desmostrarían en cada clase que eran mucho más flexibles y elásticos que yo. Pero claro, con mi dinero no me llegaba ni para pagar dos sesiones. Teniendo en cuenta que sólo me quedaba un mes y medio para la boda, apechugaría con todas las horas extras posibles.


Tenía que pedir dinero a alguien. Pero a quien? Tío Pedro no era una opción, cómo muchas otras veces que me ayudaba a comprarme caprichitos a espaldas de mis padres. Mi padre impensable, cada vez que le pedía dinero era peor que un inspector de hacienda. Mi madre, era de los tres la que más claro veía. Pero también me sabía mal, ella ya había gastado mucho dinero y energía con el vestido, no sabía muy bien cómo plantearle.


Mamá, quiero hacerle un regalo... no no no, Mamá sabes que el tío Pedro me ha pedido que yo haga el baile...que va! Mamá, sabes que la ilusión de mi vida es aprender a bai...si hombre Ro, esto no cuela ni en pintura! Mientras yo estaba frente al espejo ensayando la mejor manera de pedirle a mi madre el dinero, ella me observaba desde la puerta del lavabo. Qué susto me dí al oir detrás de mí Venga Rodriga dímelo ya, qué quieres? me giré con cara de susto y lo dije sin tapujos Mamá necesito dinero para apuntarme a Sailes de Balón! Para qué dices? y las dos nos pusimos a reir cómo locas, cómo si nunca nadie pudiera decir algo más gracioso. Mi madre decidió que a ella tampoco le iría mal refrescar el tango, el cha cha cha o el pasodoble y durante un mes las dos fuimos a Bailes de Salón. Cuando llegó el gran día, a parte de dos o tres, cuatro o cinco pisotones, salí victoriosa en la pista de baile en los brazos de mi recién casado tío Pedro y el secreto de los Sailes de Balón quedó entre mi madre y yo, cómo si toda la ligereza de los pasos del vals los hubiera aprendido desde la cuna.


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada