dimecres, 3 de març del 2010

DESORDEN TEMPORAL

No sé cómo lo hago pero siempre voy corriendo a todas partes y nunca consigo ser puntual. A veces es muy cansado ser yo, y lo digo literalmente. Es normal verme llegar con la lengua a fuera, toda despeinada, con cara de velocidad y disculpándome reiteradamente. Parece como si siempre tuviera tiempo para hacerlo todo, pero cuando está apunto de llegar la hora clave surgen imprevistos. De verdad, no lo puedo remediar.
Creo pero que el desorden temporal, así es como yo llamo a la impuntualidad, me viene de familia. ¿Sabéis que nunca conseguimos llegar a vendecir la palma? Cuántos domingos de ramos nos pasamos en el coche a esperar que se acabara la misa para después camuflarnos entre los feligreses y hacernos la foto en las escaleras de la iglesia. Nunca entendí, porqué año tras año había la histeria en casa de ducharnos, vestirnos como floreros, recoger la palma, ir a por el coche, montarnos a toda prisa, cruzar la ciudad como un rayo para aparcarnos, escuchar la radio en el coche y esperar para la foto de rigor. Total todos sabíamos que íbamos a llegar tarde. Bueno, todos menos mi padre que se ponía de los nervios ya que el pobre estaba convencido que algún año llegaríamos a tiempo.

Sufro desorden temporal desde mucho antes de nacer, mis padres esperaron ocho años después de casarse para tenerme. O sea, que les hice esperar ocho años a los pobres, ¡para tardona yo! Oye todo el mundo nace cuando quiere o cuando puede. Pues eso, a mí me esperaron ocho añitos. Ocho años buscándome para acabar poniéndome Rodriga. No lo puedo entender, pero bueno, no volveremos al tema recurrente de mi nombre. De hecho, sí que volveremos al tema recurrente de mi nombre, por si no lo había dicho es feo de cojones.
Por ir con prisas, he tenido más de un percance. Un día que había quedado con mi amigo Máximo para ir a la playa, rompí las gafas contra una farola por segunda vez en mi vida. ¡Qué dolor! No sé si me dolía más la nariz del golpe o el sonrojo de mis mejillas al darme cuenta que estaba en medio de una plaza atestada de gente. Recogí las gafas partidas y mi dignidad y volví a la carrera. No tenía gafas de recambio, o sea que no podría conducir. Con la nariz hinchada, los ojos llorosos, las gafas partidas en la mano, despeinada y con mil perdones le tuve que decir a Máximo que nos fuéramos a una terraza a comer bravas en lugar de tomarnos un baño refrescante de verano. Ya os he dicho antes que, a veces, es muy difícil ser yo.
Lo fuerte es que todo el mundo se cree que mi desorden temporal lo provoca una profunda pachorra y nadie piensa en el desasosiego que me causan mis atrasos. Llegar tarde forma parte de mi, pero aún no lo acabo de aceptar, como mi nombre. Por eso siempre trato de esconder una cosa y la otra. Cuándo me preguntan ¿Y Ro de dónde viene? -siempre contesto- Ro viene de ronronear. Me lo puso un tío mío cuando era muy pequeña porque hacía unos ruidos parecidos al ronroneo de un gato. Y cuándo me preguntan Ro, ¿por qué siempre llegas tarde? -respondo- porque sufro desorden temporal. Y me quedo tan ancha.








Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada